Ha pasado casi una década desde el lanzamiento original de Soma en PlayStation 5 y PC, llegando posteriormente con una versión para Xbox One. Un videojuego modesto por parte de Frictional Games, un estudio independiente que hasta la fecha había cosechado buenos resultados gracias a la saga Amnesia. Soma supuso un punto y aparte en su trayectoria, apostando menos por los screamers y las persecuciones, y más por el guion, la ciencia ficción y, sobre todo, la atmósfera. Diez años después de su estreno, el título llega a Nintendo Switch con una nueva conversión que puedes jugar en cualquier lugar.
La trama se sitúa en el año 2015, donde un joven llamado Simon Jarrett despierta en su apartamento en la ciudad canadiense de Toronto. Su vida está marcada por una tragedia: tras un accidente ha sufrido daños cerebrales que le incapacitan cada día más. En medio de esa desesperación, aparece una última esperanza: un escáner cerebral experimental que promete explorar los misterios de su mente.
Soma: una realidad cercana y muchos debates trascendentales
Simon se ve entonces teletransportado a un futuro distópico, concretamente al año 2104, en las instalaciones submarinas de PATHOS-II. Este lugar oscuro e inquietante es uno de los últimos vestigios de la humanidad. Simon deberá interactuar con un potente ordenador llamado ARK y explorar las mentes digitalizadas de los últimos humanos, enfrentándose a una realidad que desafía sus convicciones.
Uno de los temas centrales del juego es la aceptación de esta nueva realidad, explorando cuestiones existenciales como el destino de la humanidad, la relación entre la mente y el cuerpo, y la dependencia de las máquinas. Durante el juego, el jugador deberá tomar decisiones morales manipuladas sutilmente para inducir el error, dejando en manos del jugador la responsabilidad de creer o no lo que se le presenta. Además de explorar PATHOS-II, será necesario escabullirse de peligrosos ciborgs hostiles.
La jugabilidad de Soma es sencilla y cercana a un walking simulator, aunque incluye elementos de exploración y resolución de puzles. No existe un inventario con gestión de objetos, lo que permite centrarse en la narrativa y la inmersión. La cordura alterada de Simon también introduce dudas constantes sobre lo que es real. No hay combate en Soma; el jugador no dispone de armas y debe evitar a los enemigos escondiéndose en la oscuridad y aprovechando el entorno. Para quienes deseen una experiencia más narrativa, el juego incluye un modo donde los enemigos no atacan. Aunque sigue siendo inmersivo, el título gana en tensión con la opción de peligro activada.
En cuanto al apartado técnico, la versión de Nintendo Switch es un port directo de las anteriores versiones para consolas. Funciona a una resolución de 1080p y 30 FPS, aunque al jugar en modo dock algunas texturas presentan una leve pérdida de calidad para mantener la estabilidad. También se aprecian momentos puntuales con caídas de frames. Los efectos de partículas y el sistema de luces y sombras se mantienen, ayudando a disimular los defectos gráficos. También se ha probado en Nintendo Switch 2, ofreciendo el mismo rendimiento sin mejoras ni actualizaciones específicas. Cabe destacar que se trata de un port de la pasada generación, sin contenido adicional nuevo.
En conclusión
Soma es un excelente título con una historia absorbente desde el primer momento. Sus mecánicas simples de walking simulator combinadas con el survival horror lo convierten en una experiencia muy interesante. Esta aventura de terror independiente plantea profundas cuestiones filosóficas y su llegada a Nintendo Switch supone una gran oportunidad para redescubrirlo o sumergirse por primera vez en su perturbador universo.
*Agradecimientos a Abylight Studios por proporcionar una clave de Nintendo Switch para realizar este análisis.