Despelote es uno de esos juegos independientes que despiertan curiosidad desde el primer momento. Una experiencia narrativa que une fútbol e infancia, donde el deporte no solo sirve para divertirse, sino también para crear vínculos, encontrar sentido y aferrarse a la esperanza. Mirar el mundo desde los ojos de un niño nunca había sido tan poderoso.
La historia se ambienta en Quito, en el año 2002. Ecuador está viviendo con emoción su participación en el Mundial de Corea y Japón, un momento histórico que supuso mucho más que una simple competición. En ese contexto, acompañamos a Julián, un niño de ocho años que representa con honestidad la mirada inocente de toda una sociedad marcada por la incertidumbre económica y las tensiones del momento.
Despelote ofrece una visión del mundo desde los ojos de un niño
El juego está desarrollado por Julián Cordero y Sebastián Valbuena, quienes han apostado por una perspectiva en primera persona que nos mete de lleno en la piel de ese niño. Su narrativa, casi autobiográfica, difumina la línea entre recuerdos y realidad, donde cualquier rincón puede convertirse en un campo de fútbol gracias a la imaginación y un simple balón.
Aunque Julián parece el protagonista, creemos que Quito es quien realmente se lleva el papel principal. Sus calles, plazas, tiendas, escuelas y hasta las voces de fondo dan vida a un retrato entrañable y auténtico de principios de milenio. Muchas de las grabaciones de audio que se oyen en el juego fueron recogidas directamente en Ecuador, y su estilo visual combina fotografía con ilustración de una forma muy personal.
Aquí, el fútbol no se trata de ganar partidos, sino de escuchar conversaciones, observar gestos y redescubrir cómo ve el mundo un niño. La versión en español con subtítulos en castellano es un punto extra a favor, que mejora la accesibilidad y el impacto emocional de la propuesta.
Despelote no tiene misiones tradicionales ni objetivos marcados. Tu única meta es estar ahí, explorar y dejarte llevar por lo que ocurre a tu alrededor. Es un juego sobre lo cotidiano, sobre esas tardes con un balón mientras los adultos charlaban en una esquina. Todo encaja en un contexto social y político que se refleja con honestidad y delicadeza.
En conclusión
No, Despelote no es otro walking simulator. Es una experiencia vital, una cápsula del tiempo que nos transporta al Ecuador del 2002. El balón solo es una excusa para mirar más allá y descubrir lo que realmente importa: la gente, sus historias y la forma en que un país se unió a través de la esperanza.
*Agradecimientos a Popagenda por proporcionar una clave de PC para realizar este análisis.